¿Qué es la Nutrición? Mi Camino hacia la Verdad sobre Nuestra Alimentación
Al acercarme a mi 30 cumpleaños en diciembre de 2010, luchaba con sentimientos persistentes de sobrepeso. Descontenta con la idea de celebrar este hito con una pizza congelada y una botella de Rioja frente al televisor, deseaba una celebración más significativa. Entonces me surgió la idea: profundizar en un tema que necesitaba urgentemente en mi vida: la dieta y la nutrición. Me di cuenta de que al estudiar este campo podría tomar el control de mi propio viaje hacia la salud, liberándome del laberinto de información falsa y dietas de moda que anteriormente habían dictado cómo gestionaba mi peso. Con un nuevo conocimiento, podría realmente adueñarme de mi vida y bienestar.
En enero de 2011, comencé mi búsqueda de respuestas. A pesar de enfrentar el desafío de inscribirme en un curso ofrecido por una empresa educativa española, en un idioma que apenas entendía, mi determinación y pasión por el tema me impulsaron a seguir adelante. Busqué con diligencia recursos en línea hasta que encontré el programa adecuado. Aunque no fue una tarea fácil abordar el material escrito en un idioma que no dominaba, me mantuve firme en mi compromiso. Transcribí meticulosamente cada detalle de los siete voluminosos libros que recibí, decidida a absorber la riqueza de información que contenían.
Al finalizar el curso, que completé con honores, había adquirido un profundo entendimiento de cómo funcionan nuestros cuerpos en respuesta a lo que consumimos. Aprendí sobre las complejas formas en que los factores ambientales, genéticos y físicos influyen en la utilización y distribución de los nutrientes en nuestro cuerpo. Este camino no solo me empoderó con conocimiento, sino que también me inculcó un sentido de propiedad sobre mi salud y bienestar.
Armada con el conocimiento adquirido, me resultó asombroso observar las elecciones alimenticias de las personas. Aunque no me sorprendía que los postres industriales y los snacks altamente procesados estuvieran cargados de azúcar y aditivos artificiales, me impactó descubrir que estos ingredientes dañinos también estaban presentes en otros productos. Incluso alimentos aparentemente saludables, como la carne, contenían niveles alarmantes de azúcar, aditivos artificiales y conservantes. Me encontré cuestionando por qué algo tan simple como una pechuga de pollo debía incluir azúcar como ingrediente, cuando debería ser simplemente pollo.
Mientras continuaba observando los hábitos alimenticios de los clientes en la panadería local donde trabajaba en ese momento, me di cuenta de algo preocupante: las personas eran en su mayoría ignorantes de los efectos perjudiciales de sus elecciones alimenticias. Consumían estos productos sin comprender las implicaciones para su salud, sin saber que los alimentos que disfrutaban estaban contribuyendo a sus dolencias e incluso empeorando problemas como los niveles de glucosa. Quedó claro que muchas personas, sin darse cuenta, se estaban haciendo daño a sí mismas a través de sus hábitos alimenticios, poniendo de manifiesto una brecha significativa en el entendimiento y la conciencia.
Durante mis estudios, comprendí que no existe un enfoque único que funcione para todos en la dieta, ya que nuestras necesidades metabólicas están influenciadas por una multitud de factores, incluso a nivel celular. Sin embargo, en medio de esta diversidad, un aspecto crucial emerge constantemente como esencial para nuestra salud y bienestar: una estrategia simple pero poderosa que podemos utilizar para proteger nuestra salud y prevenir enfermedades: adoptar una dieta basada en alimentos integrales.
Los alimentos integrales, compuestos por productos directamente extraídos de plantas, árboles, el mar o la granja, son la base de una nutrición óptima. Representan la esencia de la alimentación en su forma más pura, proporcionando a nuestros cuerpos los nutrientes esenciales que necesitan para prosperar.
Estos alimentos suelen ser no procesados o mínimamente procesados, lo que significa que no han sufrido alteraciones significativas mediante refinamiento, la adición de ingredientes artificiales o la eliminación de nutrientes clave. Los alimentos integrales incluyen frutas, verduras, cereales integrales, frutos secos, semillas, legumbres y carnes y pescados sin procesar.
Comencé a transformar mis hábitos alimenticios diarios implementando una serie de cambios. Eliminé todo el azúcar, los alimentos procesados, la harina blanca, el arroz blanco y los colorantes artificiales de mi dieta. En su lugar, prioricé incorporar una generosa porción de verduras a mi plato cada día, junto con fuentes limpias de proteínas. Cuando tenía antojo de postre, me comprometí a preparar dulces caseros usando granos integrales y miel.
Mis principios eran simples pero fundamentales: cada alimento debía ser real, sin blanquear y no procesado. Además, me propuse preparar todas mis comidas desde cero, asegurándome de tener control total sobre los ingredientes y métodos de cocción empleados. Estas reglas básicas se convirtieron en la base de mi nuevo enfoque alimenticio, permitiéndome nutrir mi cuerpo con alimentos ricos en nutrientes y saludables. Como resultado, me convertí en una versión más segura, saludable y feliz de mí misma.
Aquí tienes 5 razones por las que deberías priorizar los alimentos integrales:
Ricos en nutrientes: Los alimentos integrales están llenos de nutrientes esenciales como vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes vitales para la salud óptima.
Sin ingredientes añadidos: No contienen azúcares añadidos, sabores artificiales, colorantes ni conservantes. Son libres de aditivos sintéticos y se consumen en su estado natural.
Altos en fibra: Muchos alimentos integrales, como frutas, verduras, cereales integrales y legumbres, son ricos en fibra dietética, que apoya la salud digestiva, promueve la saciedad y ayuda a regular los niveles de azúcar en la sangre.
Apoyo a la salud: Una dieta rica en alimentos integrales se ha asociado con numerosos beneficios para la salud, incluida la reducción del riesgo de enfermedades crónicas como enfermedades del corazón, diabetes, obesidad y ciertos tipos de cáncer.
Algunos ejemplos son:
Frutas: Manzanas, plátanos, naranjas, bayas, etc.
Verduras: Espinacas, kale, brócoli, zanahorias, etc.
Cereales integrales: Quinoa, arroz integral, avena, cebada, etc.
Legumbres: Lentejas, garbanzos, alubias negras, etc.
Frutos secos y semillas: Almendras, nueces, semillas de chía, linaza, etc.
Carnes magras y pescados: Pollo, pavo, salmón, atún, etc.
Recuerda que al optar por alimentos integrales, te esperan numerosos beneficios, y tu cuerpo sin duda te lo agradecerá. Además, ¿quién puede resistirse a una cajita de fresas frescas?
Como probablemente habrás notado, mi exploración de este tema solo se ha profundizado con el tiempo. Siguiendo estudiando de manera casual durante la última década, he encontrado realidades aún más preocupantes y una desinformación generalizada en el ámbito de la nutrición. Ha sido desalentador presenciar la falta de educación accesible para el público en general sobre estos temas cruciales.
Al compartir este tema a través de mi pequeño rincón de Internet, aspiro a ayudar a otros a tomar decisiones más informadas sobre su salud y bienestar. Incluso comenzando con pequeños cambios, puedes alcanzar un nivel más alto de salud y vitalidad. La sensación resultante de bienestar puede ser verdaderamente inspiradora.